Por Redacción Hamartia
En el año 2000 Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit todavía no era Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit. Guillermo Gómez era hijo de Francisco Gómez, un agente civil de la Fuerza Aérea, y de Teodora Jofré, y trabajaba en un local de comidas en la localidad de San Miguel.
En el año 2000 dos llamados anónimos, la tenacidad de su hermana y la búsqueda incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo, le devolvieron a Guillermo parte de su nombre, ese que le habían dado sus verdaderos padres: Patricia Julia Roisinblit y José Manuel Pérez Rojo, militantes de Montoneros que hasta el día de hoy continúan desaparecidos.
¿De qué manera afrontás cada 24 de Marzo y qué significado tiene esta fecha para vos?
Mis 24 de Marzo tienen dos etapas: la primera hasta el año 2012, que era cuando todavía no me animaba a ir a la plaza a marchar. Ese año le pedí a mi mujer y dos de mis mejores amigos que me acompañen. Fue muy movilizante, me acuerdo estar buscando las fotos de mis viejos en la bandera de los desaparecidos y llevarme la decepción de que no estaban juntos, ya que estaban ordenados por orden alfabético, entonces tuve que buscar por un lado a papá y por otro lado a mamá, y elegir con cuál de los dos marchar. Ese día, después de veinte minutos de haber arrancado la procesión, cuando la bandera comenzó a recorrer Avenida de Mayo tuve que soltar la bandera porque no daba más de la gente que había. Me recuerdo enojado, como un nene caprichoso, agarrando el trapo y no queriéndolo soltar y empujando a quienes me empujaban. Mi mujer me decía “soltalo, ya está, soltalo” y yo le decía “no, es mi papá, no el de ellos”. En ese momento comprendí que mi viejo no era solo mi viejo: que el representaba algo más para un sector muy grande de la sociedad, y que ya no estaban solas las Abuelas ni las Madres para cargar esa bandera, sino que tranquilamente ese mar de gente podía llevar dignamente la imagen de mis viejos y la de los demás. A partir de ahí no falté a ninguna.

¿Cómo fue que llegaste a conocer tu verdadera identidad?
A mí me encuentran las Abuelas mediante dos llamadas anónimas: en Abuelas lo único que se necesita es el dato, no hay identificador de llamadas, nada, así que lo único que sé es que era una mujer que llamó el 14 y el 21 de abril del 2000. El segundo llamado lo atendió mi hermana, mi familia me había estado buscando durante 21 años.
Es así que el 27 de Abril del 2000 van dos chicas a buscarme al trabajo, una me habla y me escribe una carta. Era mi hermana. Ese mismo día después de leer la carta y ver la foto de mi papá, que en ese momento no sabía que era mi papá, me voy hasta Abuelas y me hago un ADN.
Tras casi 4 años de destrato por parte de la jueza Servini de Cubría, mi causa le cae al juez Ballestero. Fue la primera persona en el Poder Judicial que me preguntó qué era lo que necesitaba. En siete meses determina quienes fueron los culpables de los delitos que se cometieron conmigo, los condena, y me solicita el ADN (el que me realicé en Abuelas no tenía validez legal en nuestro país), por lo que el 21 de Septiembre de 2004 me devuelven mi identidad.
Una vez que recuperaste tu identidad, ¿cómo fue el proceso de conocer a quiénes eran tus padres?
Lamentablemente no hay un manual de cómo ser el buen nieto restituido, cada uno lo toma como puede. Nuestras historias convergen en un mismo punto, pero después se ramifican. Yo tenía vaivenes: sentimientos de culpa por acercarme a mi familia, por alejarme de mis apropiadores. Fue muy difícil, en esos cuatro años me costó muchísimo hasta escuchar historias de ellos. Le decía a mi hermana: “¿qué beneficio tiene ser hijo de desaparecidos, si soy hijo de unos padres que no voy a poder conocer nunca?”. Era una porquería lo que estaba diciendo, pero era lo que sentía. Entonces en estos 19 años que llevo sabiendo mi origen, pasé por diferentes estadíos: o no quería saber nada de ellos, o quería saber todo. Después empecé a amarlos y hoy los tengo en un pedestal. Tengo la convicción de que la memoria no es algo estático: un recuerdo cada vez que alguien lo evoca sufre modificaciones, y aunque dos personas estén tratando de evocar un mismo momento es muy posible que cada uno tenga diferentes percepciones… no puedo ir armando por remiendos o con parches de la memoria ajena la personalidad de mis padres. Entonces dejé de buscar, de intentar armar ese rompecabezas con los recuerdos de las demás porque cada vez que los evocan es distinto y la verdadera personalidad de mis viejos se va diluyendo.
Hay una sola cosa que me dieron que para mí fue un regalo muy groso: estaba en un asado y un primo hermano de mi viejo, que ni siquiera tenía mucha relación con él, me dijo: “tenés la misma risa que tu viejo”. Eso no me lo va a poder dar nadie: cada vez que me rio, mi viejo se ríe conmigo.

¿Sos de visitar los sitios de memoria? ¿Qué opinión tenés?
Son importantes pero no son sacros. Deben tener la función de construir desde lo colectivo un espacio de resignificación de cada lugar y de recuerdo para que no vuelva a suceder, pero para sacra esta la religión.
La discusión de si se pueden hacer unos patys en la ESMA me parece totalmente estúpida… y los canales de TV en ese momento opositores al gobierno de Cristina debatían sobre eso, se entrevistaba a sobrevivientes… ¡qué lejos que estamos de eso! Hoy cambió tanto la política de derechos humanos que los organismos no damos abasto y esos canales no nos dan ni un minuto.
¿Fue peor de lo que esperabas el gobierno de Cambiemos en cuanto a políticas de derechos humanos?
Entre otras cosas, Macri salió a cuestionar el número cuando en este momento él es responsable, ya que es el Estado, otrora represor, el que tiene la responsabilidad de decirme que pasó con mis padres. Si no fueron 30 000 y fueron 9 000 y él sabe tanto, que me diga qué pasó con los míos. O como otros sectores del gobierno que piden “concordia, reconciliación, dar vuelta la página”. ¡Paren loco! Nosotros solamente tenemos la potestad del perdón, a nosotros nos hicieron mierda, nos persiguieron, nos desaparecieron y nos cambiaron la identidad, como Estado lo único que tienen que hacer ellos es impartir justicia. Si quieren que demos vuelta la página, que cada uno de los responsables de los delitos cometidos del 76 al 83 asuma esa responsabilidad, se declare culpable y diga dónde están los desaparecidos y los nietos que faltan.
¿Qué le dirías a una persona que está dudando de su identidad?
Si llegaste hasta acá leyendo vas a encontrar que es muy difícil ser hijo de desaparecidos y haber sido apropiado. Lamentablemente lo es: uno tiene que armarse solo, y cuesta mucho. Y seguramente que ya tenés hijos y, todo lo que a vos te cambie con respecto a tu identidad también le va a cambiar a ellos. Es sumamente engorroso el tema de poner en orden tus papeles, es una porquería, es horrible… pero es mucho más horrible no saber quién sos, no tener ni idea de quienes fueron tus padres, vivir en una mentira y perpetuársela a tus hijos.
Hoy gran parte del día, en lo cotidiano, soy sumamente feliz, independientemente de todo lo que pasó. La vida puede seguir, la única diferencia es que yo ahora sé cuáles son mis verdaderos cimientos y cuál es mi historia. Porque con los milicos, cuando vos eras chiquito no tuviste opción, no pudiste defenderte, pero hoy sos adulto y sí podés evitar que le hagan lo mismo a tus hijos. Por eso les digo que se acerquen a Abuelas o la CoNaDi: desde ese lado, no hay nada que perder, es todo para ganar.
ABUELAS DE PLAZA DE MAYO – FILIAL CAP. FED.
Virrey Cevallos 592 PB
Tel: (11) 4384-0983
E-mail: abuelas@abuelas.org.ar
CoNaDi
25 de Mayo 552 2° piso – CABA Tel.: 4312-6648