El folklore y la segunda naturaleza

…como Cobbett en sus paseos rurales, encontró belleza en tierras cultivadas

Raymond Williams

Escribe: Pablo Ernesto Suárez

¿Qué es la naturaleza? ¿Los seres humanos somos parte de la naturaleza? ¿o nos crearon en otra oficina? Durante mucho tiempo los filósofos, fundamentalmente los que venían de la matriz religiosa, pensaron al hombre “por afuera” de la naturaleza y las ciencias se han sentido cómodas con esa división. De hecho en las escuelas se enseña “ciencias naturales” y “ciencias sociales” por separado, y a veces los profesores tenían graves problemas (y a veces ni ganas tenían, digámoslo) para tratar de relacionar ambos “reinos”.

Pero hay muchas formas discursivas de abordar el tema, no sólo la científica, que a esa nos dedicamos en otro tipo de publicaciones. Hoy quisiera compartir algunas reflexiones acerca de los imaginarios sobre la naturaleza en el cancionero popular argentino.

En el esquema clásico, se asociaban a determinados géneros a determinadas temáticas y enfoques. El Folklore se dedicaba al paisaje y a la vida cotidiana del hombre de campo. El tango a la vida urbana, a la madre, al desamor y a la reflexión filosófica propia de gente que está sola y espera, generalmente en un café.

Ciudad

¿El Folklore habla de la naturaleza ? Sí. El cancionero está lleno de piezas dedicadas a los cerros, a los ríos, a los árboles y a los animales. Descripciones idealizadas en las que se depositan en esa naturaleza prístina y original toda una serie de virtudes que hacen más dulce y apacible la vida de sus habitantes. Es por eso que la parodia de Les Luthiers radicó en enunciar todo lo que la naturaleza puede deparar de negativo (mosquitos, inundaciones, sequías, terremotos, etc).

Y efectivamente, en mucha letrística del folklore hay un diálogo con la naturaleza en la que el hombre se percibe como parte de la misma. Hay una horizontalidad, una pertenencia del hombre como uno más del entorno, que queda explicitada en frases como “Soñé que el río me hablaba con voz de nieve cumbreña”, (de paso, remite al proceso del deshielo) dice Yupanqui, y en la “Zamba del grillo” también los cerros y la luna son testigos de las idas y venidas del hombre en ese paisaje. Los hermanos Ábalos: “De dónde vienes, agüita, que pareces tan cansada, ay, diosito, desde lejos, desde las cumbres nevadas”. Hay ahí un diálogo en paridad. Una idea que reaparece actualmente en “Guanuqueando” de Vilca y en “Cactus” o “Cuando pase el temblor” de Cerati, esta última tributando incluso en lo musical al folklore norteño.

Por el lado del tango, la naturaleza aparece más bien poco. Sí lo hace en aquellos tangos camperos que tanto le gustaban a Salgán, elijo “El aguacero” que es uno de mis tangos preferidos. La descripción de la pampa como un verde pañuelo, el escenario de la tormenta nos muestra una naturaleza que está a punto de desatar su furia sobre la “extensión”. «Por el camino» es muy parecido, y el foco está puesto más bien en las penurias del carrero, la descripción es aleatoria. Pero fuera de unos pocos ejemplos, el tango es esencialmente urbano y cuando miro hacia el campo (donde encontraba mucho de su propio pasado) lo hizo para mostrar algunas costumbres atávicas que estaban siendo dejadas de lado (como la de cortar las trenzas de la adúltera y el corazón del pata de lana, ponerlos en una maleta e ir a entregarse a la policía). Brutalidad y machismo, sí, pero una brutalidad y machismos… dignos diría el personaje facho de Brandoni.

Pampa

Pero atenti que no siempre la cancionística nos habla de la naturaleza prístina, de la creación original y espontánea de las fuerzas justamente naturales, fruto de la creación.

Hay otra mirada sobre la naturaleza que merece nuestra mirada y que me parece muy atractiva. Qué aparecerá si ponemos el foco en algunas canciones (que no son pocas) que arrojan una mirada distinta sobre la naturaleza, pero nos hablan de una naturaleza productiva, onda post revolución neolítica. Una naturaleza que ya ha sido disciplinada, organizada y puesta en función de la producción de riqueza, ganancia, plusvalía, renta, (todas o ninguna) o lo que cuadre a tu marco teórico.

Nota: también hay una descripción de la naturaleza que se hace a partir de los oficios, es decir, de la intervención productiva del hombre, de la cultura. Seguro que podremos leer en esos textos un relato de la apropiación de la naturaleza, pero los estoy dejando de lado ex profeso. Toda esa producción ponía el énfasis en la explotación de los hombres y mujeres, y ahí justamente hay un plus, en esas descripciones, en las que el foco se pone más en el mensú, el cosechero, hacheros, peones y otros oficios antes que que en la propia descripción de la naturaleza, que es sobre lo que me interesaba problematizar hoy.

¿Naturaleza domesticada dije? Bueno. Para empezar, creo que lideran este tópico las dedicadas a la vid. Desde “La Arenosa” con su énfasis en el paisaje, hasta la gloriosa “Zambita pa’ don Rosendo”, que muestra el proceso productivo desde adentro pasando por el aberrante elogio de la geometría de “Póngale por las hileras”, que daría análisis a más de un foucaultiano. La tentación de la retícula también inspiró a los autores de “Viejo caa catí” donde se añoran las quintas “de enfilados naranjales”. El repertorio tanguero se anotaría con “Flor de lino” en el cual se elige a “un campo” de lino. Insisto no a una flor, sino ¡a un “campo argentino maduro de sol”!, ya que el lino era uno de los cultivos industriales más importantes de esos años. Pero entonces, ¿hay detrás del elogio de la naturaleza un elogio de la producción? ¿nos están vendiendo gato por liebre? ¿el capitalismo y su descripción desafectada de la naturaleza era ya el sentido común de los letristas argentinos desde los años treinta? ¿Hay belleza en un campo sembrado? Parece que sí. O al menos parece algo digno de contar.

Sorgo

Y además, esos sembradíos merecían su reconocimiento incluso mostrando su rostro más disciplinar y más eficientista, lo que representa una distancia enorme de una mirada “romántica” de la naturaleza como libertad, desorden y por qué no, caos. Quizás el hippismo (uno de los herederos del romanticismo del siglo XIX) de Almendra canta en “Campos verdes” que “se han ido y nunca más volverán”, un duelo por la pérdida de aquella naturaleza original, que ha cedido paso a los cultivos. Porque está claro que (en general) el rock se queja mucho de la ciudad y sus modos enfermantes, pero tampoco tiene como programa la vida campestre. Curioso: si hoy le preguntás a alguien que te describa un “campo verde” te describiría un lote cultivado.

El campo te está esperando” quedaría afuera de la nómina, porque según tengo entendido es un tema creado para promover el arraigo en los pueblos, por lo tanto, era razonable que hiciera hincapié en las posibilidades productivas de la tierra, no se puede vivir del amor. En la misma tónica, pero en perspectiva nacional, “Mire que lindo mi país paisano, si usted lo viera como yo lo vi. Un cielo limpio repartiendo estrellas, a madre tierra acunando el maíz”, nos dice Argentino Luna-. En «Argentino hasta la muerte«, el inefable Rimoldi Fraga nos cuenta las virtudes de la patria “Donde no se arma la mano para matar ideales, donde flamean los trigales con un canto de esperanza.” ¡Y dale con los trigales!

Estos casos tienen la particularidad de mostrar una Argentina virtuosa en la cual las virtudes se asocian con las posibilidades de brindar trabajo y alimento. #NO CHEQUEABLE.

Pero bueno, ni siquiera el progresismo de los 60s pudo evitar asociar a un país con una producción como en los mapas de geografía de la secundaria. Pensá en “Canción con todos”, Bolivia/estaño, Chile/Cobre, Brasil/Cafe”. Bueno, por lo menos no hay trigales.

Café.

La fauna también ha sido mencionada con un gran listado en nuestro cancionero. Y lo fue en dos modos distintos: en el marco de la descripción del paisaje y en el marco de las actividades productivas. En el primer aspecto, los elegidos (medio de manual) son los pájaros, porque ofrecen una sencilla asociación con la libertad sin mayores esfuerzos creativos por parte del letrista.

La otra categoría la integraráran los animales domésticos o domesticados. Se me ocurre pensar que si aquella cancionística de izquierda nos va a hablar del disciplinamiento de la mano de obra, de la explotación del ser humano, se nos estaba escapando ese otro universo letrístico que se congratula del disciplinamiento de la naturaleza, esta vez animal, para ponerla en función productiva.

Y para terminar la muestra, existe esa canción fraternal compuesta al animal doméstico. Y no me refiero al Leoncinho. Que el hombre se haya encariñado con el animal domesticado no debe ocultar que el pobrecito ya se ha convertido, en algunos casos, en un medio de producción. Es así. No me refiero a los perros ya que no recuerdo sobre perros pastores. Pero los bueyes y caballos, fundamentales integrantes del plantel productivo de cualquier estancia en aquellos años, están presentes, claro que sí. La indignación máxima la genera el “Pobre gallo bataraz” que es explotado brutalmente en las riñas por su dueño, del mismo modo que los caballos de carreras. Pero como veníamos medio sesgados hacia la economía política, hablaremos de otros animales. Entre todos ellos, los bueyes son quizás de los más reconocidos. Una explicación rápida -como toda esta reflexión- radicaría en que el boyero es una especie de camionero de la era pre-industrial, es un transportista de tiro largo, con eternas estadías en el lento carretón viendo desde atrás a los sufridos bovinos. El caballo quizás puede aparecer como algo más que una herramienta (“El alazán”, “El corralero”, “el zaino viejo”, etc) pero en muchos casos, no es mucho más que un utilitario para hacer más liviana la tarea. Hasta el burro (en su variante cordobesa) como noble animal de carga tuvo su reconocimiento en nuestro cancionero, porque se sabe, utilitarismo mata belleza.

Alazán

La naturaleza cultivada es naturaleza, claro que sí. Y en la medida que la especie humana es también parte de ella, todo lo que hagamos -desde cultivar hasta levantar ciudades- es parte de la naturaleza como dijo el gran David Harvey. El concepto de “segunda naturaleza” puede ser útil para pensar este asunto, entendiéndose por esta a “la naturaleza producida por la actividad humana, en oposición a la naturaleza no humana heredada.” Aunque que el concepto lo estrenó ¡Cicerón! (hace más de 2000 años), es quizás en la obra del geógrafo escocés Neill Smith donde puede encontrarse desarrollado y fundamentado.

Porque si bien todo es naturaleza, no es lo mismo leer “en la selva montielera tuve un zaino alguna vez” que “donde crecen los trigales, provincia de Santa Fe”. Hay una gran diferencia. El toque mágico de la productividad ha pasado, todo cambió a su paso y ya nada volverá a ser como fue.

Los imaginarios sociales se construyen en la larga duración, sumando elementos de todas las etapas del pensamiento de una sociedad, y en esa elaboración intervienen todos los discursos y experiencias que históricamente han tenido como escenario determinado espacio social. El resultado es una combinación de todos esos componentes, entre los cuales están la ciencia, los conocimientos populares milenarios, la religión (ahí está la pobre higuera todavía pagando culpas bíblicas) y otras formas de interpretación del mundo.

Hay nodos problemáticos o estéticos que sobreviven a su época (el gauchismo, por ejemplo) y algunos aparecen sobredimensionados o exagerados por las necesidades estéticas de los artistas (la madre en el tango, el desamor en todos los géneros) o incluso son sometidos a nuevas lecturas de las generaciones que le siguen, modificando interpretaciones que en algún momentos fueron consideradas canónicas.

Por eso, no hay que tener miedo a revisar y releer los clásicos de la cultura popular. No hay textos sagrados y no hay lecturas únicas. En estos años en que estamos renovando la forma de concebir la relación de la especie humana con todo el entorno (el planeta, las especies, los otros humanos) espero que estas lecturas ayuden a poder pensar desde otro lugar a nuestro acervo popular.

(*) Historiador y redactor publicitario