Domingo 30 de enero del 2022
Publicada originalmente el 3 de octubre del 2013 por anacrónicos
Los diccionarios y fuentes literarias recogen el término «quitasol» para referirse al objeto que protege del sol. Pero además de ser un objeto destinado a protegerse del astro, durante mucho tiempo fue un elemento distintivo, símbolo de la prerrogativa y rango de quien lo llevaba.



A partir de los años setenta y ochenta del siglo XIX se aprecian cambios en las sombrillas. Poco a poco se abandonan las reducidas dimensiones de la sombrilla marquesa y el diámetro de la cubierta aumenta progresivamente. No faltan volantes fruncidos, aplicaciones de pasamanerías y se introduce como novedad la sombrilla bastón, que se sostiene por el regatón, convertido en empuñadura, que se lleva consecuentemente al revés.
En los primeros años del siglo XX las cubiertas presentan diversidad de formas, desde las más o menos planas a la silueta cupuliforme. No faltan volantes, fruncidos y aplicaciones, los mangos cada vez se hacen más largos, se recupera la sombrilla marquesa. Además, se introduce la denominada antucás, que sirve también como paraguas, de tamaño algo mayor que las sombrillas habituales y más sobrias en la elección del tejido de la cubierta, siendo lo más frecuente uno liso o una seda escocesa. Las sombrillas de color blanco o crema llegaron a ser las clásicas, siempre de moda, y destinadas entre otros usos para el campo y la playa.
Una de las grandes novedades fue la que se presentó en 1904: Madame Vigier y su hija crearon las sombrillas pintadas. Estas sombrillas podían decorarse en casa, para lo cual se recomendaba tejidos lisos que se pintaban con motivos decorativos grandes, como flores, frutos o pájaros. Esta moda se mantuvo durante años.
La estética modernista también se dejó sentir en las sombrillas, tanto en los motivos decorativos como en las empuñaduras. Las sombrillas de colores vivos y brillantes hicieron furor en 1906, el bastón progresivamente fue creciendo y se impusieron puños más sencillos. En estos momentos no fue un requisito indispensable que el parasol hiciera juego con el color de los trajes, pero sí que reprodujera algunos de los motivos decorativos de aquéllos. Dos años más tarde fueron habituales las de forma de cúpula, que mantenían el número de ocho varillas.
En 1910 la moda impuso sombreros grandes, y aunque su uso no perjudicó el triunfo de la sombrilla, fue necesario modificar la forma de aquéllas para que no deterioraran los tocados. Las varillas se hicieron más largas y la cubierta menos pronunciada, aunque no se abandonaron las sombrillas tipo cúpula. A partir de esta fecha se observa una notable influencia oriental en los parasoles, que se manifiesta en la cubierta plana, bastante más práctica.
Otra peculiaridad de los años previos a la Gran guerra fue la longitud de los mangos, llegando a alcanzar un metro veinte centímetros. Por otro lado, al disminuir progresivamente el tamaño de los sombreros, las sombrillas planas se imponen y los mangos se acortan. Sombrillas de algodón, en cretona estampada, de vivos colores resultaron las más vistosas durante la década de los años veinte.
La industria de la moda continuó proponiendo modelos y prolongó su reinado hasta los años treinta.
Bibliografía: Mercedes Pasalodos Salgado en La Pieza del Mes Diciembre 2005.
Imagen Portada: Mujer con Sombrilla – Madame Monet y su hijo – Obra de Monet. Edición de Redacción Hamartia.