NUNCA MÁS (Y NO JODEMOS MÁS)

Domingo 27 de noviembre del 2022

Escribe: Pablo Ernesto Suárez

Foto Portada: Leonardo Rendo

¿Y si 1985 (el año, no la película) fuera algo más que un fotograma de la historia argentina? ¿Y si lo que ha pasado lo convirtió -lamentablemente, 40 años después- más en un horizonte a alcanzar que en un escalón lejano en una cadena hacia un éxito que no llegó? Un bajón. Y si así fuera, pues no lo digamos…

Quería recordarles algo. En esos años, Pino Solanas filmaba “El exilio de Gardel”. El director de “La hora de los hornos” (un nombre que remite directamente a la “La hora de la espada” y su espíritu de llamado a la acción) y “Los hijos de Fierro” nos presenta en una canción de su primera película de posdemocracia, un pequeño programa político

Un país que me ayude a vivir

y ante todo que respete, aunque lleves un chupete

un país donde pueda elegir

que valga tu opinión, aunque seas un ratón

un país donde pueda ser yo

sin sentirse cucaracha, ni bajarte la bombacha

que pais sera ese país

donde puedas trabajar, sin tener que mendigar

Solanas volvía del exilio con una película también política, pero con algo de comedia musical, con escenas de baile, y donde pedía un país “que no pierda el humor. Que aprendas a reír, en lugar de reprimir.”

Si bien creo que no hubo mucho margen para discutir porque la película (me refiero a “El exilio de Gardel”) fue realmente impactante, estética y políticamente, es probable que alguien le haya cuestionado a Solanas lo escaso de su programa, en función de su trayectoria anterior. Pero bueno, clausuradas las amplias expectativas revolucionarias la derrota llevó a que 1985 (el año, no la película) fuera un momento en el que se creía que se podía lograr un país más o menos así y en el cual parecía que estábamos todos de acuerdo en eso. En poder elegir, en poder ser quien se era, en no dejarse profanar, en tener un laburo, etc. El núcleo de coincidencias básicas de “la gente”.

Argentina, 1985

Creo que la herida que deja abierta 1985 (ahora sí, la película) no es tanto el relato de “lo que salió bien” como dijo su director, sino la pregunta acerca de por qué lo que vino después salió todo tan mal como para que hoy esos años sean recordados por muchos como un momento al cual no sería tan malo volver. Y no me refiero solamente a los hinchas de Argentinos Juniors, o a los que teníamos pelo y los padres vivos, si no también a la enorme masa de militantes que en esos años podían pensar en que ese país era posible y hoy ese país siga siendo un anhelo lejanísimo “¿qué país será ese país?” se pregunta Solanas… y la Argentina respondería como el meme de Ramón Díaz “YO NO EH”.

Cuando (la muerte de Hebe de Bonafini ha reforzado esto) se ven aparecer reivindicaciones a la dictadura, negacionismo y reivindicación del menemismo unos dicen golpeando la mesa: ¡Pero si en 1985 (la película y el año) hasta la madre de Moreno Ocampo había estado de acuerdo en que Videla debería estar en cana!

¿Qué pasó para que ese consenso se revirtiera?

Se me ocurre pensar que así como en los setenta mucha juventud se hizo peronista aún sin haber vivido el peronismo, porque había un relato circulando que convertía a esos años en un país al cual se debía volver, es muy probable que la desazón de un país que nunca termina de arrancar, haya puesto a circular algunos discursos elogiosos de los años menemistas. Un poco de antiestatismo -un leit motiv de las clases medias y altas argentinas, pero cada vez menos de ellas solas- , un poco de los recuerdos antiinflacionarios, la fantasía del 1 a 1 hecha realidad, etc. Todo eso se fraguó en estos años. Y ahora pregunto en clave Yupanqui ¿cómo fue que no lo vieron?, ¿qué estrella estaba buscando el progresismo para que se le pase ese movimiento de ideas?

Pino Solanas.

Creo que ya no queda tiempo para discutir sobre el pliego democrático de los años transcurridos entre 1985 y 2022. Si me apuran, yo ya mismo le dejaría ese asunto a los académicos -me refiero a los que no hacen política, claro- con la promesa de pasarla a buscar dentro de unos… años. Mientras la izquierda, ciertos sectores del progresismo y del peronismo creen que es necesario apuntalar los pilares de una democracia que a algunos les parece elemental, del otro lado (el macrismo y los libertarios) parecen tener una agenda que dialoga mejor con el futuro. No lo expliquen porque ya lo sé: un futuro que fue previamente boceto como un lugar con poco Estado, pocos derechos y mucho emprendedurismo y “libertad de mercado”..

Por eso aquellos celebran que Milei hable de la dictadura, porque es una de las pocas ocasiones en que el despeinado elige un tema de su agenda. Están mucho más prestos para hablar sobre eso que sobre la eficiencia del Estado, la inflación o las nuevas formas del empleo. Sumemos a eso la existencia de un Estado culposo que no sabe comunicar sus políticas exitosas o de impacto social favorable y la mesa estará servida.

El problema no es “volver a 1985”, (proponerlo sería una derrota histórica que nos sepultaría por muchos años) el problema sería querer pasar por 1985 (o a 2003, para el caso es lo mismo) para retomar DESDE AHÍ el “camino correcto”. No creo que funcione.

El año 1985 enseñó que un programa moderado puede complicarse y terminar generando condiciones para la construcción de una fuerte hegemonía neoliberal, con consensos y votos. La película 1985 nos recuerda que hubo ciertas demandas sociales -la de justicia para los más grandes asesinos de nuestra historia- que naciendo en los movimientos sociales pudieron encontrar cauce y cobertura institucional para hallar concreción, aun en el marco de un gobierno moderado.

De todo se aprende, dicen. Si volvemos a 1985, a repasar sus éxitos y fracasos, sus límites y horizontes, que sea para dialogar mirando hacia el futuro.

Sin sentirse cucaracha, ni bajarse la bombacha.