Viernes 30 de diciembre del 2022
Escriben: Tomás Fuentes Moyano y Martín «El Ruso» Figueras
Domingo 18 de Diciembre de 2022, el día de la gran final del mundo. Mi amigo Juanse y yo nos disponemos a tomar el colectivo sobre Av. Rivadavia para ir a lo de Martín (el Ruso para nosotros). La casa de Martín es para el grupo de amigos un lugar muy especial, pasamos muchos momentos increíbles de nuestra infancia allí. Pero la realidad es que desde hace dos años se ha vuelto un lugar donde la angustia me invade y el recuerdo del Oso pesa más que todos esos grandes momentos.
El Oso era el papa de Martín y fue para mi una figura paterna muy presente. A los 8 años aproximadamente atravesé el divorcio de mis padres que, como para cualquier chico de esa edad, fue algo muy duro de procesar. El Oso fue una persona que, desde su lugar, me brindó apoyo siempre, me aconsejó y me consoló en noches donde la angustia era demasiada. Lamentablemente, el Osito falleció a principios de 2021 tras sufrir un derrame. Ese fue uno de los golpes mas duros que nos tocó sufrir como grupo de amigos.
Pese a todo, desde fase de grupos del mundial (más especificamente desde el partido contra México) dispusimos que la casa de Martín sea nuestra sede, la sede de un grupo de lo mas variado en cuanto a fanatismo del fútbol hablamos, y, sin embargo, de los mas mágicos que pude experimentar alguna vez: Martín, Siro, Lucas, Jorlos, Juanse y yo. ¿Quién me diría que alguna vez, junto a ellos, presenciaría el cierre de la historia de amor mejor contada?
Como los colectivos no frenaban, Juanse y yo nos dispusimos a caminar. Viviendo en Villa Luro, hasta San Pedrito teniamos unos 40 minutos de caminata pero poco nos importó, no queríamos perdernos ningun detalle. Llegamos faltando media hora para el arranque. Ahí Martín, Lucas y Jorlos nos esperaban con un nerviosismo que ninguno podía siquiera intentar de ocultar. No veo a Siro por ningun lado.
-Amigo, ¿Dónde carajo se metió este tarado?- exclamé
-Esperando el subte, debe llegar justo para el arranque- dijo Martín, que no podía apartar los ojos de la pantalla.
El partido empezó, cantamos el himno al mejor estilo 2014, sin palabras, solo exclamaciones. Suena el timbre y, efectivamente, Siro había llegado a los 3 minutos del arranque. En ese momento ninguno se quiso parar, Francia tenía un corner y nadie queria perderse que carajo pasaba. Lo hicimos esperar hasta que la pelota salió del campo y entonces Lucas fue a abrirle.
-Siro, ¡la puta madre loco! ¿Cómo vas a llegar tarde?
Luego de decirle eso me abrazó y me dijo
-Hoy Messi levanta la copa
Penal para Argentina, todos nos exaltamos, sentí mi garganta secarse en un segundo. Les pido a mis amigos tranquilidad, que esperen, todavia podían anularlo, pero, efectivamente, penal. Después de una jugada extraordinaria de Di Maria el árbitro cobra el penal y todo empieza a tomar otro color. Me inclino hacia adelante y miro atentamente a la mirada de ese muchacho rosarino Lionel. Estaba tranquilo, miraba hacia el arco como sabiendo que esa pelota iba adentro. Da pasos cortos, inclina el cuerpo levemente hacia la izquierda y envía la pelota hacia el lado derecho del arco.
-¡GOOOOOOOOL!- gritamos todos.
La euforia es total, saltamos, gritamos y agradecemos a todas las deidades conocidas y por conocer, reímos mientras las lágrimas caían de nuestros ojos. Estábamos ganando, Messi había convertido su quinto gol en este mundial y mis ojos solo se centraban en él, en su sonrisa de emoción.
Doce minutos después, otra jugada extraordinaria, la pelota le queda al Fideo, otro mano a mano, otra final. Di Maria no duda, no titubea, solo patea y convierte el segundo gol en un partido que estaba siendo todo celeste y blanco. No podíamos creerlo, estábamos ganándole a Francia 2 a 0, al último campeón del mundo, ganándole a todos los que criticaron y nos mataron durante años. Me pongo a llorar de la emoción, todo el estrés que sufrí durante toda la semana se iba en un llanto de desahogo. Juanse, Siro y Martín me abrazan.
-Están ganando por nosotros, están ganando por papá- Me dice el Ruso al oído, tal vez por vergüenza de que los otros no entiendan, o porque también él entiende lo que el Oso fue para mí, lo que su partida significó.
Termina el primer tiempo y todos respirábamos otra energía. Estábamos relajados, tranquilos, todo estaba saliendo a la perfección. Los chicos salen a comprar algo para tomar y comer al único supermercado chino abierto en el barrio, el nudo en mi estomago se desvanece y me permito disfrutar los snacks con mis amigos. Pero, como marca la historia de nuestro país, nada se nos iba a dar fácil. Minuto 78, penal para Francia, me sube el calor, los nervios se apoderan de mi mano derecha que no para de temblar… Gol de Francia, todos se enojan, todos putean, yo me sostengo la cara y pido que mantengamos la calma, que todavía falta mucho.
Pasan dos minutos (¡DOS MINUTOS!) y en una jugada de otro partido, Francia, quizás mejor dicho Mbappé, nos empata el partido. Mi corazón se agita, empiezo a transpirar, siento como mi respiracion se acelera y empiezo a hiperventilarme. Juanse se da cuenta y pide que me alcancen el inhalador. Siro esta anonadado, Martín no habla, Lucas no puede dejar sus piernas quietas. Juanse, tratando de calmarme me habla, no lo escucho, no escucho nada, solamente vienen a mi mente los fantasmas del pasado, esos malditos fantasmas del pasado, las lágrimas de los jugadores en esas finales, las mías, su dolor, mi dolor, nuestro dolor. En eso, una imagen aparece en el televisor: Messi se sostiene el rostro y, en cámara lenta, empieza a caer de rodillas, una imagen que pensé que no volvería a ver, una imagen que no quería ver nunca mas. «¿Cuánto más vas a sufris?», pienso. «¿Cuánto más tenés que dar?». Pero no cae, sus rodillas no tocan el suelo, queda en cuclillas por un segundo y se levanta, mira a sus compañeros y los arenga. «No se rinde», pienso. «¿Cómo hace para no rendirse?». Me reincorporo y tomo un vaso de gaseosa. El cenicero lleno de colillas me exige una más.
Argentina se levanta y empíeza a acorralar al rival contra las cuerdas. Minuto 107, Lautaro para Messi, Messi para Enzo, Enzo para Lautaro que dispara… Lloris la ataja, la ataja pero da rebote y aparece de nuevo su imagen, la que veía de chico los sábados y domingos a la mañana cuando jugaba el Barcelona. El tipo jugó todos los partidos, todos los minutos y ahí está, minuto 107 corriendo hasta el área chica y empujando esa pelota. Sale desaforado a celebrar y ninguno de nosotros sabe que hacer ¿Fue gol?, ¿Estaba adelantado?, ¿ENTRÓ? La imagen muestra al árbitro el cual señala sin duda la mitad de cancha, pero solamente Jorlos y yo entendimos que había sido gol. Caigo de rodillas al suelo y me aferro a la mesa ratona gritando y golpeándola con todas mis fuerzas, la alegría es total. Jorlos se me une, el resto tarda unos segundos hasta que anuncian que fue gol, me abrazan y lloran conmigo.
Pero tocaba seguir sufriendo, porque somos masoquistas, porque así disfrutamos más, está en nuestro ADN, es nuestra escencia. Minuto 115, penal para Francia, nadie dice nada, se nos vuelve a helar la piel, no quiero mirar. Siento la silla donde estoy recostado, la silla del Oso, una imagen viene a mi mente, su cabeza sobresaliendo de la misma cuando llegabamos del colegio, verlo dormir sobre la misma despues de cenar y Anita, su mujer, despertándolo y mandándolo a la cama, siento su presencia, su risa. Aprieto los apoya brazos y observo atento a la television. Va Mbappé… gol de Francia. La vista se me nubla, casi no puedo ver nada, no siento nada, no puedo respirar. No sé si puedo soportar otro golpe, no así, no ahora. 45 millones de almas en vela, 45 millones de voces en silencio. ¿Qué diria él en esta situacion?
El partido se iba a penales, se tendría que definir todo ahí y, así fue, gracias al loco de mierda este, al demente de 1 metro 95 de argentinidad, al argentino más argentino de todos. Minuto 121, pelota filtrada y quedaba mano a mano, no se ni que jugador de Francia fue, creo que ni el Dibu sabía, no le importó. Quedan solos, uno contra uno, patea el francés, me levanto y grito su apodo.
-¡¡¡DIBUUUUUU!!!-
Última jugada del partido, tal vez el día de mañana podamos dimensionar la atajada de Martínez, el rebelde del arco, quizás algún dia.
Martínez ataja y vuelvo a caer recostado en mi silla. El árbitro termina el partido, todo se define desde los 5 pasos. Nos paramos, respiramos, nos unimos en un abrazo eterno, miro a cada uno a los ojos. Veo en Martín, Siro y Juanse algo imposible para mí, tres personas que nunca fueron fanáticos del futbol, nunca pudieron disfrutarlo, era algo aburrido para ellos, los tres llorando. Que mágico es el fútbol. Observamos atentamente al televisor. Estamos ahí, somos uno más de ellos, estamos empujándolos para que puedan ser eternos. Lucas, así como contra Holanda, sale del living y se refugia en las escaleras hacia la terraza.
Arranca pateando Francia, arranca pateando Mbappé, la coloca cruzada… Gol. No nos importó, no nos iba a afectar. La toma Messi, se dispone a patear el penal más importante de su carrera, la presión es inaguantable, pero no para él, que define como si estuviera peloteando con el hijo. Gol de Argentina, 1 a 1, estamos iguales, pero nosotros tenemos algo que ellos no, tenemos fuego corriendo por las venas.
Francia desde los 5 pasos, va Coman y el Dibu Martinez la ataja. Festejamos como si fuera un gol. El loquito se pone a saltar y a gritar como un nene, sonrío y exclamo mi amor hacia él.
-¡Te amo Dibu! ¡Te amo!
Nuestro turno de nuevo, esta vez va la joya, va Dybala, determinado a callar a todas esas voces, determinado a demostrar que él esta ahí por algo, que se lo ganó. Patea fuerte al medio y gol argentino. 2 a 1 el marcador.
Le pido a Juanse y a Siro que me sostengan fuerte. Miramos hacia abajo y mis piernas de tambalean de lado a lado, no puedo sostenerme, ríen, me levantan y me sostienen con firmeza a su lado. Turno de Francia otra vez, turno del demente de hacer lo suyo. Le habla, lo provoca, le hace señas y, por último, le tira la pelota a un costado, como cuando jugabas por la coca o el prestigio en el recreo. El árbitro, ya un poco harto, le saca la tarjeta amarrilla pero a él no le importa, sonríe y vuelve al arco, tiene hambre, quiere consagrarse.
Para este punto yo solo ví que el jugador erró el tiro, y miro como sale corriendo y se pone a bailar. ¡Se puso a bailar en una tanda de penales! ¡En la final del mundo! Siento que me desmayo, no puedo hablar y no presto atención hasta que llega el turno de Montiel (el jugador argentino) de patear. Me vuelve el aire, todo se vuelve eterno, los segundos son horas. Escucho el pitido de árbitro, Montiel da 6 pasos y le pega. Caigo de rodillas, me acuerdo de todo, de todo lo que sufrimos para vivir esto, el Oso vuelve a mi cabeza y recuerdo, recuerdo cuando me encontró llorando por mis papás en el living de su casa a las 4 de la mañana, se sentó conmigo, me abrazó y me consoló hasta que me quede dormido. Siento una mano en mi hombro, es Martín, su hijo, mi hermano. Toma mi cara con las dos manos y grita.
-¡SOMOS CAMPEONES DE MUNDO TOMI!
Me levanto de un salto y empiezo a correr hacia la puerta, me intentan atajar todos pero no pueden, salgo al pasillo del PH y empiezo a correr, siento que es eterno, que estoy en un sueño. Solo escucho gritos de alegría, Me acuerdo de mi abuelo, de mi mamá, de mi papá Adrián, de mis hermanos y hermanas, pienso en el amor de mi vida y llego a la salida. Las calles están vacías, grito sin voz y llego a la esquina, caigo de rodillas en medio de la calle. Gente me grita desde los balcones, pocas personas que empezaron a salir vienen a abrazarme. Lloro con desconocidos. Escucho cinco gritos detrás mío, son mis amigos que corren desaforados hacia mí, los veo, son nenes jugando a la mancha, me dejo atropellar y observo el cielo, tiene un tono celeste que nunca vi, un viejito mientras tanto nos graba saltando y gritando, cantando en honor a los jugadores, agradeciéndole a todos y cada uno de ellos.
Gracias muchachos, han demostrado que no importa cuanto nos golpeen, no importa cuantas veces caigas al suelo siempre hay que levantarse, que la vida da revancha, pero escribo esto para agradecerles especialmente por hacer de la casa de Martín el lugar de donde nunca me quiero ir
Te extraño Oso, gracias por haberme acompañado tantos años, espero que estés bien ahí arriba, que hayas podido celebrar con nosotros, que junto a mi abuelo hayan podido festejar como festejamos acá abajo. Esperenmé que todavia me queda mucho por ver y disfrutar. Esperenmé.
Gracias a la vida por hacerme Argentino.
Gracias a vos papá por hacerme disfrutar de este deporte.
Gracias Messi por tanto fútbol.
Te amo Argentina.
Somos eternos.
Gracias.