Viernes 30 de diciembre del 2022
Escribe: Agustín Ortiz
La modernidad es transversal a todos los hechos y sucesos que ocurren en esta era. Interviene, modifica y disputa sentido en la esencia de fenómenos centenarios y milenarios. Puede apreciarse en la música, en el arte, en los movimientos políticos y también en el fútbol que no es ajeno, por supuesto. El reciente mundial de Qatar que dejó victoriosa a la selección argentina fue la expresión máxima y explícita de una reproducción que se da a diario en el deporte más popular del mundo. No obstante a estos cambios, aún podemos apreciar genios que trascienden épocas, como por ejemplo Lionel Messi. Precisamente de la figura del último campeón del mundo se destaca su naturaleza para jugar al fútbol, su esencia desafiante para dominar el balón frente a la intervención de las máquinas y los negocios del capitalismo. Dicha magia de Messi, que rompe todos los esquemas cuando a los 35 años gana el tan ansiado y merecido mundial, no tarda entonces en compararse con futbolistas de otras épocas. Allí, como retroalimentación mesiánica del propio fútbol se lo sube al podio para competir de igual a igual en la eterna discusión entre Maradona y Pelé.
Precisamente es el brasileño Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, el merecedor de estas líneas, como homenaje a su carrera pero también por haber torcido la hegemonía europea en el fútbol, ubicando a Brasil y al fútbol sudamericano en el mapa universal. Pelé era mineiro, nació en la ciudad de Tres Corazones y a sus 17 años ganó la primera copa del mundo en Suecia 1958. Luego se consagró de forma consecutiva en Chile 1962 y posteriormente en México 1970. En este último certamen brilló con una de las mejores actuaciones vistas en la historia del fútbol.

A nivel clubes destacó en el Santos del fútbol paulista. Aquel equipo apodado peixe ganó dos copas Libertadores en la década del ’60 (62 y 63), una competición llamada entonces Copa de Campeones de América. En la competición a la que solo accedían los campeones de liga de cada país más el campeón vigente, se repartió el trofeo con otros dos equipos entre 1960 y 1966, Peñarol de Montevideo e Independiente de Avellaneda, hasta que en 1967 fuera Racing Club el campeón. Este certamen continental americano era el campeonato más duro del mundo, con grandes batallas que convertían las victorias en triunfos épicos y a los futbolistas en verdaderos héroes. Santos, sin ser el equipo más popular y con un estadio para apenas 16000 personas, supo dominar la escena con Pelé como máxima figura.
La gloria del equipo del Estado de Sao Paulo permitía disfrutar sin la necesidad de agregarle un gentilicio después del nombre. Es decir, no era el Santos de São Paulo o el Santos de Brasil, era el Santos de Pelé, así como también existió el Nápoli de Maradona o el Barcelona de Guardiola. El Santos de Pelé fue un equipo popularmente conocido a nivel mundial, un ícono que recorrió el mundo entero desplegando su fútbol en giras amistosas. En esa época el fútbol no era televisado como en la actualidad y para darse a conocer en otros continentes había que viajar y batirse a duelo con otros equipos. De esa manera se construían las leyendas. Así fue que gracias a estas giras, el estadio de Colón de santa Santa Fe, Brigadier Estanislao López obtuvo el mote de Cementerio de los Elefantes. El motivo radica a que en unas de estas giras el invencible Santos de Pelé cayó derrotado ante la escuadra sabalera.

El escritor Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra, dedicó unas palabras a O Rei: «Cien canciones lo nombran. A los diecisiete años fue campeón del mundo y rey del fútbol. No había cumplido veinte cuando el Gobierno de Brasil lo declaró tesoro nacional y prohibió su exportación. Ganó tres campeonatos mundiales con la Selección brasilera y dos con el Club Santos. Después de su gol número mil siguió sumando. Jugó más de mil trescientos partidos en ochenta países, un partido tras otro a ritmo de paliza, y convirtió casi mil trescientos goles. Una vez detuvo una guerra: Nigeria y Biafra hicieron una tregua para verlo jugar», escribió el uruguayo.
Años más tarde, ya a mediados de la década del ’70, Estados Unidos estaba descubriendo el fútbol al que habían autodenominado soccer y para su divulgación decidieron conformar una competencia con algunos jugadores franquicia. Pelé, con 35 años, se encontraba retirado de las canchas pero algunos problemas económicos hicieron que vuelva a calzarse los botines. Allí jugó dos años para el excéntrico Cosmos FC, brillando en la NASL, una liga semi amateur con campos de juego preparados para la práctica del fútbol americano y en las giras por varios continentes que este equipo realizó.
Pelé ha sido durante muchos años el jugador del sistema, complaciente con los grandes dirigentes de la FIFA, con el mismísimo Joao Havelange y con los políticosde turno del Brasil. Esta posición lo ubicaba en la vereda contraria al contestatario y rebelde Diego Armando Maradona, único jugador capaz de superarlo a nivel histórico. Luego, la prensa, los hinchas y los propios protagonistas se encargaron de alimentar la discusión por encontrar al mejor jugador de todos los tiempos.

El astro brasileño falleció a los 82 años y con él ha muerto el último vestigio de un fútbol artesanal, de un deporte previo a la hegemonía de las tv, a la masiva mercantilización de jugadores y pretecnológico. Un futbol sin VAR ni off side semi automático, de gambetas en campos embarrados y pelotas que pesaban el doble si llovía. Se ha ido a conformar el gran panteón celestial junto a Di Stefano, Cruyff, Garrincha y Diego, estrellas con las cuales no existen dudas que ya estará jugando un picadito.