SOBRE GIOFFRÉ Y LA PATRIA CHORIPLANERA

Viernes 3 de febrero del 2023

Escribe: Agustín Ortiz 

Bustos Domecq fue el seudónimo que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares eligieron para firmar en 1947 una ficticia versión de los hechos del 17 de octubre de 1945. En un relato meramente clasista y racista desparraman la visión que las clases pudientes e intelectuales mantuvieron siempre sobre las clases trabajadoras y populares argentinas. Aprovechando el clima de época y el antiperonismo de los autores, decidieron publicar «La fiesta del monstruo» recién en septiembre de 1955, en los días del golpe de Estado que derrocó y proscribió a Perón.

En la misma línea de Bustos Domecq pero un año antes de que firmara la autoría de «La fiesta del monstruo», Julio Cortázar publicó «Casa tomada» en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges. Allí, Cortázar esgrime la analogía del advenimiento del peronismo como si fuera la casa de una familia de clase media que poco a poco es tomada por okupas. Cortázar juega entre los derechos otorgados a los trabajadores y la pérdida de derechos de las clases pudientes de Buenos Aires. 

Ilustración de Casa Tomada por Cecilia Ruwette.

En el periodo transcurrido entre los relatos mencionados al 28 de enero de 2023 pasaron poco más de 75 años. No obstante la misma tesis plasmada en los textos mencionados fue recogida por el diario La Nación el pasado fin de semana en una nota de opinión titulada <<La discordia histórica entre la clase media y la «patria choriplanera»>>, firmada por Marcelo Gioffré. Para este artículo, el autor se nutre del cuento «Cabecita negra» de Rozenmacher, el cual bajo una óptica más ligada al peronismo plantea algo similar a «Casa tomada» de Cortázar. Lo particular del asunto de Gioffré y del pasquín de la familia Mitre es que en sus líneas no solo se reproduce un discurso obsoleto, plagado de prejuicios y clasismo, sino que también se nutre de datos erróneos sobre los planes sociales.

Hábil conocedor de la lógica sarmientina de <<civilización o barbarie>>, el ensayista y filósofo se pregunta sobre los beneficiarios de planes sociales, a quienes con desprecio llama choriplaneros: «¿Cómo mirar a esas personas como potencial mano de obra y no como vagos irrecuperables?». Cualquier similitud con «no ahorrar sangre de gaucho que sirve como abono», que escribió Sarmiento a Mitre, fundador de La Nación, es pura coincidencia. Gioffré no propone la muerte de este sector de la sociedad sino que más bien se pregunta la manera de encauzarlos en un proyecto republicano. Para aquel entonces, la imagen del gaucho no encajaba en el proyecto de país republicano y civilizado de las mentes que miraban hacia Europa. El gaucho de las pampas, clase popular y trabajador rural, era tildado de vago por los patrones de estancia que los sometían a la servidumbre. Hoy en día ese imaginario está representado por las clases populares urbanas.

Desde un primer momento lo que llama la atención del artículo de Gioffré es su arte de tapa. En la imagen se grafica un hombre blanco con un sushi en su cabeza, como representante de la clase media, separado por una grieta de una persona de tez morena con un choripán sobre la suya. De por sí, no solo es discriminatorio y clasista sino que también es tan cliché que aburre. Es la descripción perfecta del medio pelo argentino que decía Jauretche: «Cuando en la Argentina cambia la estructura de la sociedad tradicional por una configuración moderna que redistribuye las clases, el medio pelo está constituido por aquella que intente fugar de su situación real en el remedo de un sector que no es el suyo y que considera superior. Esta situación por razones obvias no se da en la alta clase porteña que es el objeto de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce a un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y sectores ya desclasados de la alta sociedad» (El medio pelo en la sociedad argentina (1966)).

Artículo de Marcelo Gioffré. Ilustración: Alfredo Sábat

Por otra parte, el autor asegura que «el kirchnerismo alimentó el fuego del resentimiento y multiplicó de modo simétrico esas capas de sumergidos». En primer lugar, tras doce años de kirchnerismo en donde se invitó e incluyó a la juventud a construir un proyecto colectivo de país, por más que Gioffré no coincida con ese modelo militante ni la organización partidaria, no puede pensarse como resentimiento. Por el contrario, los lemas militantes como «la patria es otro» y «el amor vence al odio» intentaron derribar esos discursos de odio muy presentes en los simpatizantes de la derecha reaccionaria de hoy en día disfrazada de republicana. 

En segundo lugar, el gobierno que multiplicó los planes sociales exponencialmente fue ni más ni menos que el de Mauricio Macri. Un estudio realizado por el Centro de Investigación y Acción Social y la Organización Fundar, refleja que cuando Cristina finalizó su mandato en 2015 habían 253.939 beneficiarios de planes para cooperativas y cuando Mauricio Macri finalizó su mandato en 2019 con 641.762 beneficiarios. Andrés Schipani, Doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad de San Andrés, asegura que «El porcentaje de estos planes en el gasto público sigue siendo bajo. Comparado a la cantidad de gente que en otros planes es menor. La AUH tiene 4 millones de beneficarios, tenés 3 millones y medio de beneficiarios de las moratorias previsiones, tenés un millón y pico por invalidez. No es el gasto más importante ni de cerca del Estado de bienestar argentino, el problema no está ahí».

Macri junto a Carolina Stanley anunciando nuevos planes sociales, 2016.

El autor se pregunta sobre cómo incluir a los beneficiaros de planes sociales en un proyecto republicano, aunque plantea la necesidad de verlos como potencial mano de obra y no como vagos irrecuperables. En este punto no hay proyecto de país posible en tanto se catalogue a más de un millón de personas como irrecuperables. Por otro lado, no deja de pararse desde su lugar de privilegio para hablar de un otro como potencial mano de obra y esto es entendible ya que el público de La Nación para el que escribe es un público selecto con el cual el Gioffré comparte los mismos valores, más no tolerables: el clasismo y el racismo, no es una opinión, es discriminación. 

A modo de conclusión, los números reflejan que Macri triplicó los beneficiarios de planes sociales y que mientras se aplicaban los planes de miseria planificada de su gobierno, incluyó a más de 400.000 personas a los programas de seguridad y previsión social para funcionar como un colchón amortiguador de la brutal transferencia de recursos de las clases populares a las grandes corporaciones. El diario La Nación apela a la profundización de la polarización política como estrategia de la derecha para volver en 2023 y la nota de opinión del 28 de enero es parte de ello.

Gioffré utilizó prejuicios más que datos certeros de la realidad. ¿A quién le debemos la multiplicación de capas de sumergidos? Si esa es su estrategia de campaña, al macrismo y aliados los números no los respaldan.