Jueves 16 de marzo del 2023
Escribe: Agustín Ortiz
En las últimas semanas sectores de la oposición encontraron su fundamento de campaña: el método Bukele para Argentina. La interna que divide a Juntos x el Cambio demostró al menos un punto de consenso y refiere al punitivismo. Tanto Patricia Bullrich como Horacio Rodríguez Larreta ofrecen como referencia las políticas de mano dura aplicadas por Nayib Bukele en El Salvador.

La relación que encuentran tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich entre Argentina y El Salvador se debe a la lucha contra el narcotráfico, utilizando a Rosario como epicentro. Para ello, el jefe de gobierno porteño propuso construir una cárcel especial para el narcotráfico y blindar las fronteras con el Ejército. A su vez, la ex Ministra de Seguridad planteó en Twitter que «la lucha contra el narcotráfico tiene que ser de frente y sin cuartel». Y agregó, «debemos usar todos los medios del Estado para derrotarlos, incluyendo a las Fuerzas Armadas». Que ambos dirigentes oferten un modelo punitivista no es ninguna novedad, de hecho hace 8 años que Rodríguez Larreta lo implanta en Buenos Aires y Patricia Bullrich ha hecho lo mismo como Ministra de Seguridad durante el gobierno Mauricio Macri.

¿Qué significa el «método Bukele»?
En Hamartia el año pasado hemos adelantado el perfil de Nayib Bukele. Se trata del joven presidente de El Salvador que ostenta un apoyo popular cercano al 90%, según fuentes oficiales y de un 65% según las urnas. El motivo de su popularidad radica específicamente en la desarticulación de las maras, una organización de pandillas paraestatal que controló por décadas gran parte del país centroamericano.
Su método consistió en militarizar el territorio nacional y encarcelar a más de 64000 personas. Tras el eficaz método, el Estado logró recuperar el territorio salvadoreño derribando lo que era una rígida estructura de pandillas. De por sí nadie podría oponerse a las pruebas fácticas del éxito en la lucha contra las maras. Sin embargo, el método represivo utilizado por Bukele encendió las alarmas de distintos organismos de Derechos Humanos.

La sanción del Estado de Excepción con el objetivo de desarticular las organizaciones criminales generó denuncias internacionales por las detenciones arbitrarias que se perpetraron. Estas medidas bajo situación de normalidad no habrían podido llevarse a cabo. Se estima que no solo detuvo a miembros de las maras sino a miles de inocentes por su aspecto o las dudas al declarar. Además, el régimen de Excepción limita la vida pública y democrática de los salvadoreños quienes deben tener mucho cuidado de no ser confundidos con pandilleros aunque no tengan ninguna relación. A ello le continúan las torturas a los prisioneros y su material propagandístico de difusión. Mediante una cinematográfica puesta en escena presentó las condiciones de detención y el traslado de los reos a la nueva megacárcel exclusiva para pandilleros. Con dicha filmación, Bukele dio a conocer al mundo su método comenzando a generar adeptos en los países vecinos.
Como contrapartida, cabe el interrogante sobre qué es lo que sucederá al dominio mara. Semejante política desmanteladora de un paraestado si no se acompaña de medidas educativas y de inclusión social para la población recaerán en un futuro en situaciones similares. Lo único que se ha modificado es la tranquilidad de los ciudadanos salvadoreños quienes no tienen que lidiar con las pandillas. No obstante, el pésimo nivel educativo, el elevado endeudamiento externo y la situación de bancarrota no promoverán ningun próspero desarrollo. Bukele expuso a El Salvador a la pérdida del 40% de las reservas tras adoptar el bitcoin como moneda de curso legal.
Lo novedoso de este asunto son las propuestas de Bullrich y de Larreta para implantar el método Bukele para Argentina. En su propuesta toman con oportunismo la situación de Rosario respecto al crimen organizado. La oferta punitivista representa un discurso seductor de la derecha para sus seguidores y es además algo sumamente peligroso. Significa, a su vez, el intento de conquista de los sectores de las clases populares que exigen más seguridad.
Por consiguiente, su peligrosidad se puede explicar por diferentes motivos. En primer lugar, la formación de opinión. Cuando un tema sensible se repite hasta el hartazgo y se utiliza de manera oportunista genera un alto nivel de comentarios sin conocimiento real de los hechos. Este fenómeno de opinión con conocimiento insuficiente se denomina bullshit y el filósofo Byung Chul Han lo utilizó para sintetizar la campaña de Donald Trump. En la década del ’80, otro filósofo, Harry Frankfurt, desarrolló una teoría sobre el término, y concluyó que se utiliza cuando «una persona se ve en la obligación de tener que hablar de un tema que excede su nivel de conocimiento».
Es decir, ante sectores que reclaman mano dura, el uso irresponsable de un ejemplo punitivista y de dudosa legitimidad democrática desinforma. Como consecuencia puede generar espirales de violencia que polaricen aún más la situación política.
En segundo lugar, la inviabilidad inconstitucional de utilizar a las Fuerzas Armadas para combatir al narcotráfico. El Ejército es una institución dedicada a la defensa exterior y no para la seguridad interior. En este detalle radica el contrapunto entre Larreta y Bullrich. El primero propone «blindar» las fronteras, y la jefa del Pro busca instruir al Ejército para el combate del narcotráfico dentro del territorio nacional.

A modo de conclusión, plantear una imitación rosarina del modelo bukeliano es descabellado. Forma sentido común propicio al punitivismo y la mano dura, lo cual es un terreno favorable a las diferentes propuestas de la derecha, desde las moderadas a las extremas. Cristina Kirchner recordó que en la intervención federal de Rosario en 2014 lo que se hizo fue generar más presencia del Estado. Julián Saud en Hamartia menciona que «cuando no está el Estado, están los narcos». En aquel entonces, la presidenta envió a la Anses y al Ministerio del interior como política pública bajo la idea de «recuperar el territorio» ya que eso «no es un concepto militar, sino que es un concepto político».