Viernes 17 de marzo del 2023
Escribe: Valentino Cernaz
El Frente de Todos navega los meses previos al cierre de listas para las P.A.S.O. en un marco de indefinición e incertidumbre en relación a la estrategia electoral. A día de hoy, aún pueden configurarse diversos escenarios en los comicios debido a la danza de nombres por las candidaturas y la evolución de la situación económica.
La estrategia electoral que el Frente de Todos llevará adelante en los próximos comicios es una verdadera incógnita. Mientras la elección se acerca cada vez más, en el espacio oficialista no aparecen candidatos que reúnan el convencimiento propio, la competitividad, y la aceptación de la mayoría de los dirigentes y el electorado. Mientras tanto, en Juntos por el Cambio se actúa de forma diametralmente opuesta: Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, Gerardo Morales y Facundo Manes se anotan en una carrera que perciben accesible una vez superado el arduo desafío interno.
Mientras tanto, Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Sergio Massa, “Wado” de Pedro, Axel Kicillof, Daniel Scioli, Juan Grabois, Jorge Capitanich, Juan Manzur, Anabel Fernández Sagasti y Victoria Tolosa Paz son sólo algunos de los nombres que han circulado en la extensa lista de posibles precandidatos a la presidencia o la vicepresidencia en el FdT. Distintas combinaciones podrían producirse, pero sigue sin vislumbrarse una que reúna todo lo necesario para consolidarse.
Sin lugar a dudas, el altísimo nivel de inflación de los meses de enero (6%) y febrero (6,6%) ha trastocado lo que para la mayoría de la dirigencia del espacio parecía un horizonte deseable a mediados del año pasado: Sergio Massa como candidato de unidad. El ministro de Economía cuenta con el transversal reconocimiento del oficialismo por haber enderezado un barco a medio hundirse tras la renuncia de Martín Guzmán y la breve y fallida experiencia de Silvina Batakis, pero narrativamente, y peor aún, a efectos prácticos del bolsillo, presentar heroicamente a una figura que sólo logró un no-estallido económico y financiero -por más difícil que haya sido conseguir eso- no parece ser una gran oferta para el electorado. De todos modos, seguramente Sergio Massa siga siendo el candidato más competitivo del espacio, pero en menor medida que lo que se podía llegar a proyectar cuando la inflación mostró cierta tendencia a la baja en los primeros meses de su gestión.

Por otra parte, la lógica indicaría que la precandidatura de Alberto Fernández no tiene dadas las condiciones para su supervivencia. Las encuestas de imagen lo posicionan como uno de los peores evaluados del espacio, su intención de voto tampoco es buena, y las dificultades de la gestión lo han desgastado de forma evidente. A la vez, no hay ningún escenario que permita pensar en que el sector mayoritario de la coalición, es decir, el kirchnerismo, le volverá a dar su apoyo. Pese a que varios de sus ministros defiendan, con bastante lógica, su derecho a competir, una evaluación seria de sus posibilidades lo debería llevar a declinar su idea. Sin embargo, en un marco de desorden generalizado y ausencia de candidaturas fuertes, ¿por qué se bajaría? Cuando Fernández plantea que “si hay una mejor opción” él no se opondría a bajarse, en el subtexto también está diciendo que, sin alternativas firmes, no tiene incentivos para hacerlo. Mientras tanto, al sostener la incertidumbre, consigue mantener una fortaleza relativa que podría utilizar para influir en el armado de las listas.

La opción de Daniel Scioli, que se anotó en la carrera presidencial hace varias semanas tras meses de rumores al respecto, muestra algunos límites y potencialidades para un precandidato que, como sus declaraciones indican, apuesta a crecer por derecha. A favor del candidato presidencial del Frente para la Victoria en el año 2015 está, ante todo, su absoluta indemnidad de los conflictos internos del Frente de Todos durante estos 3 años, que podría llevarlo a ser, eventualmente, un candidato que cuente con la aprobación de Alberto y de Cristina. La lógica indicaría que la venia de la vicepresidenta, claro, también estaría sujeta a que “El Pichichi” tenga un vice K (¿“Wado” de Pedro?).
Más difícil sería para el ex-gobernador de la provincia de Buenos Aires conseguir el apoyo de Sergio Massa por sus tensiones de larga data, pero el ex-intendente de Tigre tiene una debilidad: el único presidenciable del “massismo” es sí mismo. Por ende, si Massa decide no ser candidato, no tiene muchas opciones de impugnar a Scioli, y si finalmente es candidato, lo más probable es que Daniel se baje o pierda por amplia diferencia. El embajador argentino en Brasil no cuenta con niveles de imagen destacables según la mayoría de las encuestas, y además, debe levantar el perfil si quiere volver al radar de la totalidad del electorado.

Por otra parte, Juan Grabois aparece como una opción con características muy particulares. Si bien su precandidatura puede parecer “testimonial”, y aunque sus planteos resulten disruptivos para la habitualidad del debate público argentino en nuestros días, el dirigente del Frente Patria Grande puede tener alguna razón para ilusionarse. Ciertamente su imagen no es buena según indican las encuestas, pero en una época a nivel global con sorpresas en los comicios, y en un hipotético escenario en el cual la interna se configure sin una fórmula encabezada por un candidato kirchnerista, el referente del MTE podría recibir parte del voto del electorado que se referencia en la ex-presidenta. Una narrativa sólida construida alrededor de lo novedoso de su figura y su bajísimo -por no decir nulo- grado de responsabilidad en los destinos del país en la última década de fracasos podrían volverlo más competitivo a nivel interno y un muro que contenga la fuga de votos por izquierda.
Curiosamente, a nivel externo, y contra toda intuición y proyección simplista, Grabois podría ser una de las mejores opciones del Frente de Todos en un eventual balotaje contra Horacio Rodríguez Larreta para captar los votos de quienes apoyarán a Javier Milei en la primera vuelta. Las experiencias electorales de Francia y Colombia a mediados de 2022 son interesantes en este sentido. En el país europeo, la segunda vuelta mostró un fenómeno muy particular: la ultraderechista Marine Le Pen recibió una importante cantidad de votos de personas que en la primera vuelta habían apoyado al izquierdista Melenchón, pero que más allá de las ideas, la preferían a ella por sobre Macron. En el caso de la nación sudamericana, el izquierdista Gustavo Petro recibió en el balotaje la suficiente cantidad de votos de la derecha para ganarle a Rodolfo Hernández, que también era un candidato de derecha. En definitiva, más allá de las particularidades de cada caso, cuando prima el descontento, hay elementos que pueden pesar más que las ideas, y está más que claro que hay una parte de los votantes de Milei que no tienen una devoción por el pensamiento liberal sino un sentimiento de representatividad con una persona que, sencillamente, expresa enojo.

Las posibilidades electorales del kirchnerismo giran, principalmente, en torno a tres personas: la propia Cristina, Axel Kicillof y Eduardo “Wado” de Pedro. Con el gobernador bonaerense prácticamente descartado por sus aspiraciones reeleccionistas y su indudable competitividad en la provincia más populosa del país, el ministro del Interior ve crecer sus posibilidades. Su perfil dialoguista y sus vínculos con el sector agropecuario podrían llegar a romper con el techo electoral que el kirchnerismo posee hace ya varios años, y allí reside una de sus potencialidades. Sin embargo, aunque las encuestas de imagen no le dan malos resultados, las de intención de voto muestran que cosecha números verdaderamente magros, y sigue manteniendo un importante grado de desconocimiento. Levantar aún más su perfil público y recibir el apoyo expreso de CFK serían las claves para superar estos dos obstáculos.
Sin embargo, todo lo que se pueda especular acerca del papel que cumplirá el dirigente de La Cámpora en estas elecciones pasa a segundo plano ante una eventual candidatura de Cristina. Su caso requiere analizarse desde varias aristas. En primer lugar, la centralidad de su figura llevaría a que no haya internas, por un lado, porque ella seguramente no lo querría, y por otro lado, porque todos los dirigentes no kirchneristas del Frente de Todos saben que no le ganarían. En segundo lugar, superadas las P.A.S.O., se reeditaría un viejo problema que estuvo entre los motivos que llevaron a que la ex-presidenta apueste a un armado amplio como el FdT y a un candidato de perfil moderado como Alberto Fernández en 2019: piso alto, techo bajo. La fidelidad de su núcleo duro le permite ser electoralmente imprescindible para el campo popular y una de las figuras más competitivas del espacio, pero al mismo tiempo, cuenta con el intenso rechazo de una buena parte de la sociedad. Es difícil idear de qué forma una figura como Cristina, que toda la sociedad conoce y no deja mucho lugar para ambigüedades, podría conseguir la mitad más uno de los votos necesarios para ganar en un balotaje, a no ser que se enfrente con una figura que también tenga alto rechazo. A todo esto, ¿Macri está descartado como candidato?

Más allá de la afirmación en su descargo tras el fallo en la causa Vialidad de que no sería candidata a nada -que debe enmarcarse también en la dimensión humana y las emociones que puede tener cualquier persona, inclusive un dirigente político-, y considerando el antecedente de la estrategia de 2019, lo más probable es que Cristina esté pensando en una fórmula sin ella. A lo sumo, quizás, podría darle fuerza a una lista acompañándola como precandidata a senadora nacional. Sin embargo, si no aparece una estrategia electoral que ordene al espacio y finalmente dé lugar a una fórmula competitiva. No tiene mucho sentido pensar en que el kirchnerismo no presentará una precandidatura encabezada por algún dirigente propio, porque aun perdedor, el candidato presidencial del Frente de Todos sería el incipiente líder opositor del próximo gobierno. En otras palabras: si difícilmente alguien de la coalición pueda ganar la elección, reafirmemos nuestra centralidad interna y observemos, además de la carrera presidencial, la carrera por el liderazgo opositor.
El escenario actual combina el desorden y la conflictividad interna que muestra el Frente de Todos desde hace tiempo con una situación económica difícil, un panorama desfavorable en las venideras votaciones y un contexto internacional signado por varios comicios sorpresivos. Así las cosas, la incertidumbre y los obstáculos para establecer una estrategia electoral son absolutamente lógicos. Aunque el espacio siga manteniéndose relativamente competitivo en líneas generales, el laberinto que lo encierra por arriba no tiene una solución fácil, y a la vez, requiere de soluciones rápidas, pues el tiempo apremia.